15/12/25

Propósito y espíritu



Mucha gente piensa que el propósito de nuestra vida es una meta inamovible y en realidad es un proceso flexible, que se alimenta a medida que vamos recorriendo el camino para alcanzarlo, se podría decir que tiene vida propia y es diferente dependiendo de cada persona.

Cuando somos sinceros con nuestra vida interior, las decisiones que tomamos a lo largo de nuestro día a día son menos forzadas, tienen más sentido y son más naturales. 

La espiritualidad nos ayuda a vivir nuestro propósito de vida como una resonancia, algo que va con nosotros, no como una obligación que nos imponen desde otros lugares. Esta tarea nos ayuda a desarrollar nuestra intuición acompañado siempre por el impulso de nuestra alma. 

Al contrario de lo que podemos pensar, un propósito no es un camino lineal, ni tenemos claro las cosas desde el principio, y mucho menos sabemos cómo es el final. Es un camino que crece con el tiempo y se trasforma, como cualquier elemento que existe en la naturaleza, ya sean frágiles, grandes o microscópicos. Mientras vamos recorriendo nuestro proyecto personal, la espiritualidad nos acompaña y nos enseña que nuestra vida se rige por ciclos, y que estos hacen que nuestras direcciones cambien y se trasformen en un movimiento permanente y constante. 

Cuando estamos trabajando en nuestro propósito, ayudamos a la gente que nos rodea, ya que nuestra luz ilumina también el camino de los demás. Nuestras acciones pueden ayudar a cambiar para mejor al mundo y el egoísmo se transforma en altruismo, donde servir es nuestra meta. ¡ojo! Servir además de ayudar a los demás, es también escuchar, crear, acompañar, enseñar o simplemente inspirar. 

¿Cómo saber que vamos por el buen camino? 

Porque vivimos con paz interior, porque vivimos con sentido en una coherencia que nos invita a llegar más fácilmente a la felicidad, esta paz no es una paz con ausencia de esfuerzo, es una paz firme, sin victimismos o negatividad. 

Vivir con propósito es adaptarse a los cambios sin dramas innecesarios, escuchando a nuestro niño interior, dejando que la vida nos guíe respondiendo a nuestras preguntas, en el momento justo, ni antes ni después, practicando la gratitud porque nos ayuda en nuestro crecimiento como individuo. 

Cuando entendemos todo lo anterior, nuestro propósito deja de ser algo amenazante y se convierte en un bello camino espiritual donde nuestra autenticidad, nuestra conciencia y nuestra compasión se vuelven protagonistas. 

Disfruten del viaje. 

Un abrazo.

Daniel. 

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